Keith Raniere, el ex vendedor quebrado de productos financieros y luego líder del culto NXIVM, fue condenado a 120 años de cárcel por 11 cargos graves presentados en su contra en un tribunal de Nueva York, en los Estados Unidos.

La sentencia se dictó tras una audiencia en la que varias de las víctimas por abuso sexual de dicha organización aparecieron.

Más de una docena de mujeres respondieron al llamado de la Corte de Brooklyn en donde confrontaron a su abusador.

Una de las víctimas, la mexicana Camila detalló que sufrió abusos durante dos años.

Su hermana mayor y su padre, testificaron a favor de Rainiere.

Pese a que más de la mitad del círculo cercano de Rainiere era originario de México, ninguno de los señalados ha tenido consecuencias legales.

Ivy Nevares, expareja en México de Rainiere aseguró, en una declaración grabada para la Corte, que muchos de los señalados se pasean por Nueva York y otros se esconden en México.

Al dirigirse al Tribunal, Rainiere repitió que no era culpable pero, de acuerdo con las autoridades, el caso se agravó debido a la conducta que asumió tras ser declarado culpable, donde mostró una “total falta de aceptación de su responsabilidad”.

Tras la sentencia, el vocero de la Corte del Distrito Este de Nueva York indicó que la justicia fue justa y severa.

Raniere, de 60 años, que está en prisión desde su detención en México en marzo de 2018, enfrentó juicio por varios delitos, entre ellos tráfico sexual con adultos y menores, posesión de pornografía infantil, explotación sexual de un menor y chantaje, por los que se enfrentará a una posible cadena perpetua.

Keith Rainiere era el líder de Nxivm, una supuesta organización de autoayuda que según los fiscales extorsionaba a sus seguidores y le permitía explotar sexualmente a las mujeres.

Más de 16 mil personas en las últimas dos décadas han asistido en 30 países a los talleres de Raniere, que prometía “poner al día su potencial humano” y cobraba 5 mil dólares por un curso (Programa de Éxito para Ejecutivos) de cinco días.

Los participantes con frecuencia quedaban endeudados y debían trabajar para la organización para saldar sus deudas.