El Partido Demócrata juega con guantes de seda

Soy un demócrata convencido, pero estoy seguro que Biden perderá las elecciones

Si algo nos ha enseñado la Historia es que en política siempre ganan los que juegan sucio y con violencia. En el caso Biden-Trump, es evidente que Trump no se ha guardado ningún As bajo la manga y ha acometido su objetivo de ganar la reelección con la fuerza violenta de los criminales.

Soy un demócrata convencido, pero estoy seguro que Biden perderá las elecciones
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Trump no sólo se ha visto imbuido en actos reñidos con la Constitución para ganar la reelección -como el uso inconstitucional de la fuerza federal del Departamento de Seguridad Nacional y del Departamento de Justicia para reprimir con violencia a los protestantes de las manifestaciones civiles-, sino que ha incitado, criminalmente, a las milicias armadas de ultraderecha para que se presenten el día de las elecciones como "vigilantes electorales", con sus intimidantes y potentes pistolas. Irracionalmente y contra todo reserva moral y pública, ha puesto en riesgo inminente la vida de miles de personas que se aglomeran en sus mítines, realizados en medio de una de las pandemias más mortales de la Historia, con el resultado trágico de su maratón de mítines que ha causado al menos 30 mil contagios y 700 muertes más.

Por si esto fuera poco, tampoco ha pagado a Hacienda la inmensa cantidad de $500 millones de dólares en impuestos, ni antes ni siendo presidente. Ha violado y acosado a mujeres a diestra y siniestra (unas 20, al menos), y no solo las ha agredido sexual y físicamente sino que también las ha difamado en público, mofándose de ellas, catalogándolas de "feas" para su magnánimo gusto, aparte de insultarlas y llamarlas "putas" y "mujeres que cuando se dan cuenta de que eres famoso, te dejan que les agarres la 'panocha' (lo dijo literalmente)".

Políticamente ha insultado a todo el mundo desde figuras públicas a culturas enteras, a héroes conocidos como John McCain (de quien dijo que "no le gustaban los soldados caídos en la guerra y que por ello no merecía llamársele un 'héroe'"), a figuras mundiales como la alemana Ángela Merkel, de quien dijo que "era una estúpida y gorda", y la británica Theresa May, a quien llamó "debilucha", sino que atacó a naciones enteras, como Alemania (a la que acusó de "estar bajo control ruso"), Haití y el Salvador ("países de mierda"), y hasta continentes como Europa ("viejos ridículos y fantoches, que no les gusta pagar lo que deben") y de África dijo que era un continente lleno de "países de mierda". Contra México y los "mexicanos" (para los estadounidenses 'México' es toda la Latinoamérica) lanzó su bíblica etiqueta: "Ellos traen drogas y problemas, son violadores. Están enviando gente que tiene muchos problemas, nos están enviando sus problemas, traen drogas, son violadores, y algunos supongo que serán buena gente, pero yo hablo con agentes de la frontera y me cuentan lo que hay”. Y los amenazó al negarles la entrada y decir que "construiría un muro en la frontera con México" obligando "al país vecino a pagarlo". Contra los musulmanes: "Pido que se suspenda la entrada de inmigrantes musulmanes a EE UU, hasta que no podamos determinar y comprender este problema y la amenaza que representa, nuestro país no puede seguir siendo víctima de ataques horribles de personas que solo creen en la ‘yihad’ y que no tienen ningún sentido ni respeto a lo que significa la vida humana”.

Proverbiales fueron sus insultos contra el presidente Obama, a quien "reprocha" el "no haber nacido en EE UU" porque provenía de otro país africano, "posiblemente Kenia". Hillary Clinton ha sido una de sus sparrings favoritos. En ella ha soltado toda su furia misógina: La ha insultado de todas las formas posibles, desde "Crooked Hillary" (Hilaria la Torcida), "podrida", "corrupta", "mentirosa", hasta su infame "cogida por un gran pene" (schlonged).

Al exgobernador de Florida e hijo y hermano de los G. W. Bush, Jeb Bush, lo calificó de "low energy" (poco energético), a la esposa de su ahora defensor y amigo, el senador Ted Cruz, le dijo que era "fea" y que su padre estuvo involucrado en el asesinato de J.F. Kennedy. Contra su compañera de partido, Carly Fiorina dijo: “¡Mira esa cara! ¿Puede alguien votar por eso?”. De Paul Ryan, el portavoz de la Cámara de Representantes, afirmó: "Me da asco lo que he escuchado hoy". Y del senador Mark Kirk dijo que era un "payaso maligno".

Trump provocó una guerra innecesaria con China, le impuso aranceles por 360 mil millones de dólares, intentó socavar las estructuras gubernamentales chinas al provocar la rebelión de Hong Kong, atacó a compañías privadas chinas como Huawei y TikTok, y la acusa de fabricar y propagar el COVID-19, el "virus chino" y lo estampó como etiqueta racista contra sus ciudadanos.

Pero Trump no se ha guardado sus insultos para sus enemigos; también lo ha lanzado contra sus íntimos aliados, a quienes ha avergonzado en público, como a los mencionados anteriormente, Merkel, May, Macron, África, México, Europa, y la OTAN, llamando a la última una organización "obsoleta" y "una reliquia de la Guerra Fría". Anunció la reimposición de aranceles a las importaciones de acero y aluminio de Brasil y Argentina; y la aplicación de otros de hasta el 100% a importaciones procedentes de Francia por valor de 2.400 millones de dólares.

Por supuesto, toda esta idiótica locura de Trump tiene un precio: Recibió una economía saneada de Obama, pero el régimen de gastos de Trump no tiene comparación, la deuda creció 26,9 billones en el 2020 y el déficit fiscal supera los 3 billones de dólares (frente a los 984.000 millones de dólares en 2019), un récord absoluto que equivale al 15 por ciento de la economía del país, un saldo negativo que se convirtió en el mayor desde que el Gobierno se endeudó para financiar el último año de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Solo el año pasado, Trump se gastó 6,6 billones de dólares y solicitó prestados 48 centavos de cada dólar, representando un incremento del 47 por ciento en el gasto público.

Y lo que es peor: los ingresos a las arcas gubernamentales cayeron en 44.000 millones de dólares debido a que las captaciones del impuesto sobre la renta se precipitaron casi un 16 por ciento y la tasa de desempleo aumentó, mientras el PIB tiene un saldo negativo mayor del 10 por ciento. Es decir, Trump en economía es un reverendo desastre.

Igualmente catastrófico ha sido el manejo de la pandemia COVID-19, con EEUU liderando con récords de infecciones diarias y con 9,2 millones de infectados y 231 mil muertos. Su manejo del sistema de salud es nulo. Insulta a los científicos que saben, como el doctor Fauci, una eminencia en el campo de las infecciones, y alaba a los que no saben y les da poder, como al radiólogo Scott Atlas cuyo gran mérito ha sido convertir a la Casa Blanca en el mayor foco de contaminación de EEUU.

Trump, a todas luces, ha jugado sucio contra sus enemigos, fans y aliados. Y aún así ha ganado. Salió bien librado del Impeachment por haber hecho trampa para ganar la elección anterior con ayuda de los rusos (quienes le están ayudando en este 2020 también); ganó al duplicar su base electoral (ahora tiene el doble de fans), le ganó a China (quien está estática y no lo ataca), le ganó a Europa, Latinoamérica y a África, quienes no le han devuelto los insultos ni sus imposiciones, convirtiéndolo, ante los ojos del norteamericano blanco promedio, en el ganador absoluto que vence contra viento y marea.

¿Y qué ha hecho el Partido Demócrata y Biden para contrarrestar a Trump y su incontenible furia?

Su mayoría parlamentaria, sus miembros del Senado y sus miembros políticos renombrados llaman a la calma y a la paz. Cuando la excitación y toda la ira revolucionaria explotó en las calles lideradas por las protestas raciales y de justicia social en la figura de un pueblo harto del elitismo, vulgaridad, estupidez y juego sucio de Trump, la lucha de los demócratas se convirtió en prédicas constitucionales, leguleyas, y limosnas personificadas en grandes titulares de la prensa, cuando en realidad se trataba de unirse en cuerpo y alma al pueblo que exigía, aún a su propio riesgo, con más protesta, unas mejores condiciones de vida y un mayor sentido de gobierno social, algo que Trump jamás entendería, empezando por su deseo de eliminar el Seguro Social de estos mismos ciudadanos. El Partido Demócrata, con su actitud tímida y apocada, predicaba y todavía predica, como puede verse en los ridículos y nada excitantes mítines de Biden, que al pueblo solo pertenece el derecho a mantenerse en una calma mayestática (calme majestueux), actitud legal, es decir, sumisión ciega a la voluntad de Trump, sus maniobras corruptas y sus secuaces.

Por esta razón estoy completamente convencido de que Biden y el partido demócrata perderán las elecciones: no se puede pelear con guante blanco ante un oponente que utiliza manopla con clavos para golpear.

Soy un demócrata convencido, pero estoy seguro que Biden perderá las elecciones
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