Su reacción ha sido visto como el capricho de un niño rico enfadado porque no se ha salido con la suya

La reacción del pueblo de EEUU ante la gastada narrativa del "robo" de las elecciones espetada por Trump demuestra que ha perdido la autoridad moral para ser presidente

Ha habido mucha indignación en los medios de comunicación, incluso, de manera bastante matizada, por parte de la población, en respuesta a la falsa y oscura afirmación del presidente saliente Donald Trump de que, sin pruebas ni lógica legítimas, diga que "ganó" las elecciones pero que éstas le fueron "robadas".

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Y, sin embargo, ha habido poco o ningún análisis real de por qué esta reacción a las falsedades del presidente, tan increíblemente significativa para la democracia de los Estados Unidos, a la que pone en una situación sin precedentes y peligrosa.

Olvidemos por un momento lo notablemente insensibles a la locura que la era Trump nos ha hecho a todos nosotros, consideremos cuán loco, en circunstancias normales, es lo que estamos presenciando. El presidente de los Estados Unidos se declaró ganador de unas elecciones que no ganó, y luego afirmó campantemente que se las habían "robado, y ninguna de estas declaraciones tuvo un impacto significativo en cómo se desarrollaron los acontecimientos.

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Los medios de comunicación, incluso el antiguo medio de comunicación estatal Fox News, dieron por ganador de la carrera electoral (quizás un día más tarde de lo que lo habrían hecho si Trump no hubiera hecho sus reclamos) a Biden, quien declaró entonces inmediatamente la victoria y se dio a la tarea de comenzar la transición de poder, mientras que casi todos los principales líderes del mundo abrazaron el resultado como si Trump ya hubiera cedido.

Lo que quizás sea más chocante de todo esto no fue la total falta de voluntad de Trump para aceptar la derrota/la realidad -una reacción que nos ha telegrafiado durante al menos cuatro años cuando dijo que en 2016 perdió el voto popular porque le "robaron" votos- sino más bien la poca autoridad que tenía Trump para incluso influir en los acontecimientos. Trump empujó el acelerador hasta el suelo de su limusina presidencial, y para el 95% de los medios de comunicación y el 65% del público nada cambió.

Sí, sus adoradores de culto, por supuesto, se ha apresurado a su defensa y cree absolutamente - probablemente siempre lo hará- que la elección fue efectivamente robada, ya sea directamente (fraude electoral), o indirectamente (con la utilización política del COVID19 que le jugó en contra al presidente, donde una vacuna exitosa acaba de ser anunciada justo después de que todo esto se derrumbe). Lamentablemente, la extraña -pero perfectamente lógica- manera en que se contaron los votos alimentó directamente la narrativa "amañada" de Trump, que comprensiblemente engañó incluso a algunos de sus partidarios más racionales.

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Pero, a todos los efectos, Trump ya ha sido despojado de muchos de sus poderes presidenciales no oficiales. Twitter ahora rutinariamente "silencia" o incluso "censura" sus tuits donde aparece como un desquiciado alegando que le hicieron fraude electoral, mientras que su antiguo canal de noticias favorito, Fox News, no sólo fue el primero en agenciarle Arizona a Biden, sino que ha hecho todo lo posible para dejar claro que gran parte de la televisora ya no lo va a tratar favorablemente, sino que ni siquiera le van a dar todos los privilegios normales de un presidente.

De hecho, el único desarrollo que parece mostrar que Trump todavía podría tener alguna apariencia de potencia restante, puede ser la excepción que prueba la regla. La autorización del Fiscal General Bill Barr para que los fiscales de los Estados Unidos abran investigaciones sobre el fraude de los votantes si surgen suficientes pruebas parece sobre todo un intento de obligar a los medios de comunicación, en particular a Fox News, a tomar en serio la historia dándole la apariencia de estar basada en alguna realidad jurídica, y no sólo en las fantasías de Trump.

Pero efectivamente Trump ya no es, y ni siquiera está tratando de ser, presidente de los Estados Unidos. Simplemente está tratando de convencer al 35% del público votante que está abierto a la idea de que le robaron y que realmente no perdió.

Extrañamente, y de manera bastante preocupante, alrededor de 2/3 de la nación ya no toma a Trump ni remotamente en serio, incluso cuando hace las afirmaciones más dramáticas y enfáticas imaginables, mientras que el resto nunca lo ha visto con más reverencia ahora que de alguna manera superó los esfuerzos sin precedentes de las elites liberales/mediáticas por expulsarlo del poder y aún así se las arregló para obtener muchos más votos que cualquier presidente titular de la historia.

Esta notable disparidad es potencialmente un problema importante y muy subestimado para lo que le espera al país en los próximos 70 días antes de la inauguración de Biden. Y esto suponiendo que Trump conceda finalmente alguna apariencia de derrota (si no lo hace, la fe en el sistema electoral, que Trump ya ha saboteado por sus propios propósitos egoístas, se verá permanentemente dañada).

En primer lugar, está el espectáculo circense que probablemente surgirá una vez que Trump finalmente se dé cuenta con seguridad de que ha perdido. Simplemente no hay límite a la locura que podríamos presenciar -más allá incluso de los inevitables perdones otorgados a cualquiera que a Trump le guste o quiera, como, digamos, perdonarse a sí mismo- porque los artífices de nuestra constitución nunca anticiparon que alguien como Trump fuera presidente, y por lo tanto colocaron muy pocas barandillas en los últimos meses del mandato de un presidente.

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Pero también hay escenarios mucho más oscuros que deben ser contemplados ahora debido a las circunstancias únicas de esta situación. Ahora tenemos la probabilidad de que una vacuna del COVID19 esté disponible antes de que Trump deje el cargo y la falta de confianza en él y en su palabra podría restringir y distorsionar en gran medida ese esfuerzo increíblemente importante.

También existe siempre la posibilidad de una crisis de seguridad nacional, circunstancia a la que los Estados Unidos pueden estar en la actualidad bastante más vulnerables que en cualquier otro momento de nuestra historia moderna. ¿Cómo podría Trump convocar algún tipo de acción militar cuando ha perdido tanta credibilidad personal que incluso gran parte del canal de noticias Fox News, su cadena aliada, lo trata como si fuera un eunuco?!

Este tema fue amplificado ayer cuando el recién despedido Secretario de Defensa de Trump, Mark Esper, dijo que si su reemplazo es un "lacayo de esos que siempre dice sí para todo", entonces "que Dios nos ayude y agarre confesados". Y de alguna manera, a pesar de esta advertencia bastante aterradora, ¡aún el mercado de valores tuvo un gran día!

Military police officers are restraining a protestor near the White House on June 1, 2020 as demonstrations against George Floyd's death continue. - Police fired tear gas outside the White House late Sunday as anti-racism protestors again took to the streets to voice fury at police brutality, and major US cities were put under curfew to suppress rioting.With the Trump administration branding instigators of six nights of rioting as domestic terrorists, there were more confrontations between protestors and police and fresh outbreaks of looting. Local US leaders appealed to citizens to give constructive outlet to their rage over the death of an unarmed black man in Minneapolis, while night-time curfews were imposed in cities including Washington, Los Angeles and Houston. (Photo by ROBERTO SCHMIDT / AFP) (Photo by ROBERTO SCHMIDT/AFP via Getty Images)

Antes de su pérdida electoral, el reclamo y su posterior atribución, por parte del pueblo, de la autoridad moral de Trump era tan débil que parte de la razón por la que nunca muchos no votaron por él, a pesar del temor de la futura Administración Biden, es que sabía que al menos la mitad de Estados Unidos de América nunca aceptaría, y probablemente rechazaría totalmente, cualquier intento suyo de declarar que la Pandemia finalmente había terminado. Ahora, Trump está tan, totalmente, inexistente para más de la mitad de esta gran nación que, por primera vez en nuestras vidas, es racional cuestionar si nuestro sistema es aún lo suficientemente fuerte para soportar el desafío que puede estar a punto de enfrentar.

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