Sin duda, las mafias de Nueva York y Nevada le enseñaron a Trump los mejores recursos para alcanzar la cima por la vía fácil del fraude y la mentira

Cómo las demandas legales de Trump contra el sistema electoral de EEUU se convirtieron en su peor pesadilla

Según un recuento hecho por la prensa internacional, Donald Trump ha hecho más de 20.000 afirmaciones falsas o engañosas como presidente. Y desde su punto de vista, ¿por qué no mentir, ya que hace todo tan fácil? En lugar de abrirse camino en la escalera política postulándose primero para cargos menores, Trump se catapultó a sí mismo a las primarias presidenciales de 2016 participando en foros que le era afines como figura televisiva, tales como "Fox & Friends", además de convertirse en el campeón de la teoría de conspiración, el "Birtherism Movement", que promueve la falsa afirmación de que el presidente Obama nació en África, que no es estadounidense, por tanto, según este retorcido refrito, fue un presidente ilegitimo.

Cómo las demandas legales de Trump contra el sistema electoral de EEUU se convirtieron en su peor pesadilla
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Trump asustado

¿Una decepcionante asistencia por parte del pueblo de EEUU a su Día de Inauguración como Presidente? No hay problema, sólo hay que inventarse unos cuantos "hechos alternativos" de que fue la mayor concurrencia a la inauguración en la historia del mundo. ¿Te cae mal un molesto presentador de noticias por cable como Joe Scarborough de MSNBC? Tranquilo, sólo acúsalo sin fundamento de asesinato con tu potente megáfono presidencial. 

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En general, la mentira le funcionó bien a Trump porque le permitió dominar mientras sus víctimas se retiraban o se enfurecían inútilmente. Los republicanos desviaban la mirada, y los demócratas parecían incapaces de detenerlo. Es cierto que tuvo algunos problemas por haber minimizado la amenaza del mortal Coronavirus (no los tuvo con su base política, por cierto, que todo le justifican), pero sin duda su Waterloo (bueno, no he podido buscar otro término debido a mi pereza intelectual, pero seamos sinceros, lo aplico más en sentido sarcástico porque Napoleón sí fue un líder natural, Trump, en comparación, es un trepador social) ha sido presentar demandas que, en esencia, alegan que él, y no Joe Biden, ganó las elecciones de 2020.

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Sí, es un adefesio mental que ni sus propios funcionarios han sido capaces de digerirlo, porque, luego, existen mentiras blancas y mentiras no muy blancas. Y esta era más negra que el color de un agujero negro.

Tal vez fue persuadido a ir a la Corte por su abogado Rudy Giuliani, a pesar de que Giuliani no ha visto el interior de un tribunal en décadas. Tal vez Trump se persuadió a sí mismo de que era intocable incluso en un tribunal; después de todo, ¿no se había salido con la suya con decenas de miles de mentiras?  

Cualquiera que haya sido su motivación, la estrategia de emprender litigios le ha estallado en la cara en un completo desastre, predecible, ante todo, porque significó presentar demandas que no estaban apoyadas por evidencia legitima alguna sobre un presunto fraude electoral en las elecciones de 2020 en los tribunales, y todos sabemos que los tribunales tienen tolerancia cero contra las demandas faltas de evidencias concretas. Y ningún tribunal tiene una mayor intolerancia para tales demandas que los tribunales federales, donde la campaña de Trump y sus aliados presentaron algunos de sus más arrolladores desafíos electorales.  

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Es de locos.

Un tribunal federal de distrito nunca debe ser confundido con un programa televisivo como "Fox & Friends". Los jueces federales como grupo pueden estar entre los funcionarios públicos más centrados, decididos y sustanciales de Estados Unidos. Son duros, tienen cero tolerancia para las tonterías y a veces sancionan a los abogados que presentan demandas sin una base de buena fe.   

El riesgo de sanción por sí solo obligó a los abogados de Trump a seleccionar las demandas de fraude con sus demandas electorales. Pero las restantes acusaciones de violaciones electorales no engañaron a los jueces federales (o estatales). Los jueces federales demostraron que, como dijo una vez el Presidente de la Corte Suprema, John Roberts, no hay "jueces de Obama o jueces de Trump", sino más bien un "extraordinario grupo de jueces dedicados que hacen todo lo posible por hacer lo mismo que los que comparecen ante ellos".

Tomemos el caso del Juez de la Corte de Distrito de los Estados Unidos, Matthew Brann, en Pennsylvania, un juez nombrado por Obama que es un republicano conservador de toda la vida y miembro de la Sociedad Federalista. En una opinión justa, razonada y firme, el juez Brann rechazó una demanda de Trump. Escribió que, "en los Estados Unidos", las "acusaciones especulativas" de la campaña Trump no se acercaban a justificar la privación del derecho de voto ni siquiera de "un solo votante, y mucho menos de todos los votantes de su sexto estado más poblado". Su decisión fue confirmada en la apelación en una opinión escrita por un juez nombrado por Trump. ("Los votantes, no los abogados, eligen al presidente.")  

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La campaña de Trump o sus aliados han perdido casi 40 demandas; el mayor alivio que obtuvieron fue colocar a los observadores electorales a cuatro pies más cerca de las mesas de recuento de votos. El golpe de gracia puede haber sido la revelación por parte del Fiscal General, William Barr, un leal a Trump, de que el Departamento de Justicia no había encontrado pruebas de fraude que afectaran al resultado de las elecciones.

Los jueces federales son una de las razones por las que somos una democracia y no la Rusia de Vladimir Putin o la Bielorrusia de Alexander Lukashenko o nombrar cualquier otro país gobernado por un líder autoritario o un dictador. Pero Trump parecía no entenderlo cuando pidió a los jueces federales que, en efecto, respaldaran sus infundadas reclamaciones electorales, lo que se negaron rotundamente a hacer en nombre de la preservación de la democracia americana.  

"¿En qué punto se vuelve esto ridículo?" preguntó un juez federal de Nevada a los abogados de Trump, antes de fallar en contra de la campaña de Trump.

Las demandas electorales deben ser la peor pesadilla de Trump. Lo han convertido en un doble perdedor, un hazmerreír internacional (seguro que en África o Latinoamérica hay algún muchacho riéndose de las idioteces de Trump),  una vez en las urnas y otra en los tribunales, y lo han hecho quedar en ridículo.

 

Cómo las demandas legales de Trump contra el sistema electoral de EEUU se convirtieron en su peor pesadilla
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