Puede que no tengan síntomas pero aún así se las arreglan para infectar a muchos otros. En realidad, relativamente pocas personas son responsables de la mayoría de los casos.

Un ejemplo sorprendente de un súper propagador fue Steve Walsh, de 53 años, quien al comienzo del brote en el Reino Unido logró infectar sin saberlo al menos a otras 11 personas más.

Se infectó en una conferencia en Singapur y luego se fue a esquiar. Infectó a la mayoría de las personas de su chalet, pero lo sorprendente es que no se infectaron a muchos otros.

De hecho, un niño de nueve años que estuvo en la fiesta del chalet, que luego resultó positivo del virus, no se lo transmitió a nadie más, a pesar de haber estado en estrecho contacto con más de 170 personas durante los días siguientes antes de ser identificado.

Esto no es una casualidad. Parece que el 80% de los nuevos casos son causados por sólo el 10% de las personas infectadas; la mayoría de las personas que contraen el Covid-19 nunca se lo transmiten a nadie más.

Si podemos identificar a los super propagadores y aislarlos rápidamente, podría tener un gran impacto en la propagación de Covid.

Entonces, ¿hay algo inusual en las personas que se convierten en súper propagadores? En un fascinante experimento, los investigadores de la Universidad de Harvard en los EE.UU. tomaron a 74 voluntarios sanos y midieron su respiración durante dos días, contando cuántas gotitas diminutas exhalan.

Encontraron siete individuos, es decir, aproximadamente el 10%, que produjeron muchas más gotas que los demás.

Los investigadores también mostraron que las personas que producían más gotitas (es decir, los posibles super-distribuidores) tendían a ser personas mayores, con un IMC (Índice de Masa Corporal) más alto. En otras palabras, alguien como Donald Trump.

Este grupo no sólo es más vulnerable al virus, sino que parece más propenso a propagarlo si se infecta. Así que, más allá del hecho de que probablemente sean mayores y más pesados, ¿cómo puedes identificar a un súper propagador?

Por el momento, la única forma es con el rastreo. Esto significa hacer muchas pruebas y luego rastrear los contactos para ver quién ha estado infectando a los demás.

Mientras el Dr. Michael Mosley investigaba en su reciente libro sobre el coronavirus, se encontró con la historia de uno de los casos clínicos clásicos, el de la súper propagadora, 'Mary Tifoidea', que sembró brotes de fiebre tifoidea en Nueva York y otras partes de los EE.UU. a principios de 1900.

La tifoidea, causada por una infección de salmonela, solía ser una gran causa de muerte en ciudades muy pobladas hasta que las condiciones sanitarias mejoraron.

Durante un brote de la enfermedad en Nueva York en 1907, la hija de un rico industrial murió y contrató a un investigador para averiguar por qué. Este investigador descubrió que una mujer llamada Mary Mallon, que había trabajado como cocinera en su casa, también había trabajado en otras casas donde la gente se había contagiado posteriormente de tifus.

Aunque Mary no tenía ningún síntoma, cuando los médicos examinaron su caca tenía muchas bacterias de salmonela. Mary era portadora, y en un tiempo antes de los antibióticos, no había nada que la curara.

Para proteger al público fue confinada al bungalow de un hospital durante tres años y luego dada de alta con la condición de que no volviera a trabajar como cocinera. Pero se cambió el nombre y siguió trabajando.

Finalmente fue atrapada, unos años más tarde, cocinando en un hospital donde un brote de tifus provocó la infección de 25 personas y la muerte de dos. Mary fue arrestada y confinada hasta su muerte, 23 años después.

Para nuestra sensibilidad moderna, esto es inhumano, pero claramente la mayor diferencia es que aislar a un súper propagador de Covid-19 duraría días, tal vez semanas, no años, si el seguimiento y el rastreo puede detectarlos.